Vacunas y patentes, dos lados de una misma moneda.
Todos somos conscientes de que en la fabricación de vacunas, hay detrás grandes empresas farmacéuticas. Y que las vacunas están protegidas por patentes. Con la llegada de las vacunas contra la COVID-19, nos hemos acostumbrado a escuchar “Pfizer”, “Moderna” o “Astrazeneca”. Estas empresas poseen unas infraestructuras enormes para poder fabricar estas vacunas, lo que supone grandes inversiones económicas. Además, en el desarrollo de las vacunas, intervienen científicos tanto de instituciones públicas, por ejemplo la universidad de Oxford en el caso de Astrazeneca, como contratados directamente por estas compañías. Para intentar llegar a entender de lo que vamos a hablar aquí, hay que tener en cuenta además, que muchas de estas grandes empresas tienen apoyos económicos gubernamentales. Pero esto también pasa con otras grandes compañías, por ejemplo, fabricantes de coches o empresas productoras de energía.
Entonces, con todo esto en mente, llegamos a la discusión de si las empresas productoras de vacunas contra la COVID-19 deberían liberar sus patentes. Tema caliente y muy interesante.
Primer movimiento gubernamental
El gobierno de los Estados Unidos ha anunciado que apoya la liberación de patentes para las vacunas COVID-19, una medida pensada para aumentar los suministros para que las personas de todo el mundo puedan recibir las vacunas. Y es que las circunstancias extraordinarias de la pandemia causada por la COVID-19, exigen medidas extraordinarias. Hay que tener en cuenta que hasta ahora, los Estados Unidos, la Unión Europea, el Reino Unido y Japón han bloqueado las propuestas de India y Sudáfrica para legalizar la fabricación de versiones genéricas de las vacunas COVID-19.
Tengamos en cuenta que estamos hablando de derechos de propiedad intelectual, con lo que la liberación de las patentes supondría una revolución a favor de la salud pública. Y también deberíamos ser conscientes de que esta discusión surge, sobre todo, al ver cuán diferente es el ritmo de vacunación en países desarrollados frente a aquellos que demandan esta liberación. Pensemos que menos del 1% de las personas en países de bajos ingresos han recibido vacunas COVID-19. Sin embargo, una exención de patentes no solventaría el problema, sino que sería solo el primer paso.
Primer paso de tres
En el caso de liberar las patentes, este sería el paso más “fácil”, ya que en esencia, es un aspecto legal. Después habría que transferir el conocimiento sobre cómo hacer las vacunas, y el tercer paso sería una inversión económica masiva en factorías con la capacidad de producir estas vacunas.
Por el momento, el primer paso está lejos de completarse. Los fabricantes de medicamentos y otros que se oponen a la medida dicen que liberar las patentes supone cambiar las reglas del juego. Supondría ir contra las enormes inversiones de las empresas en el desarrollo de medicamentos y vacunas, que se ven compensadas por su capacidad para fijar el precio de los productos de su propiedad. Normalmente, las patentes recompensan a las empresas farmacéuticas protegiendo sus invenciones de la competencia de los genéricos durante un tiempo limitado. En general, las patentes sobre medicamentos suelen durar 20 años.
En este sentido, con zonas del planeta con una vacunación mínima, donde van surgiendo nuevas variantes, estos plazos son inabordables. Una alternativa a la liberación de las patentes sería entender que la COVID-19 no es un problema de Estados Unidos, Europa o China, sino una pandemia mundial. Y que cuanto antes estemos vacunados la mayor parte del planeta, mejor será para todos. Pero, ¿quién quiere asumir esto y pagar las vacunas, para, por ejemplo, Sudáfrica?
Dos posturas sobre las que reflexionar.
Las compañías farmacéuticas no son las únicas que se oponen a la medida. El mismísimo cofundador de Microsoft, Bill Gates, se manifestó en contra de la liberación de las patentes, diciendo que los fabricantes de genéricos no podrían aumentar la producción rápidamente y que la calidad de la vacuna podría verse comprometida. Además, en estas decisiones, deberíamos también pensar en el futuro. Si por la crisis del COVID-19, se eliminan las patentes, en el caso de que sufrir una nueva pandemia, ¿qué harían las empresas farmacéuticas? ¿Producirían vacunas sabiendo que perderían sus patentes?
Los defensores de la liberación no están de acuerdo y señalan que los fabricantes de genéricos han estado suministrando al mundo vacunas y medicamentos de alta calidad durante años. Señalan que los contribuyentes ayudaron a pagar la factura del desarrollo de varias vacunas COVID-19 y dicen que la afirmación de que las empresas farmacéuticas deben recuperar todos los costos es, por lo tanto, injusta, especialmente durante una crisis. Sin embargo, se deben abordar varios otros obstáculos, como asegurarse de que la distribución sea equitativa.
He intentado plasmar los dos lados de la discusión para que tengamos elementos en los que basar nuestras discusiones. Especialmente ahora que las restricciones van a relajarse. Discutamos, pero no olvidemos las medidas de protección en esta nueva etapa que se nos abre.
Fuente: Nature
Autor: Dr. CArlos del Fresno Sánchez; @arlosdel