Los programas de cribado cervical tienen el objetivo de detectar lesiones precancerosas antes de que se desarrolle el cáncer de cuello de útero. Para que un cáncer se llegue a desarrollar, las células del tejido deben sufrir una serie de alteraciones progresivas. La detección de estas células anormales se puede realizar mediante una prueba que conoce como citología o prueba de Papanicolaou. Además, esta prueba puede detectar alteraciones no cancerosas en las células del cuello del útero, como inflamación e infecciones por distintos microorganismos.
Las pautas de detección del cáncer de cuello de útero han cambiado drásticamente en los últimos 15 años, debido a la aparición de pruebas de diagnóstico de infección por virus del papiloma humano (VPH). Estas pruebas permiten detectar y tipificar los tipos de VPH causantes de un gran número de casos de cáncer cervical, conocidos como tipos de alto riesgo. Cabe destacar que diferentes trabajos científicos han mostrado que la prueba de detección de VPH de alto riesgo tiene una sensibilidad muy elevada para detectar lesiones de tipo precanceroso y habían sugerido que podrían utilizarse sin la necesidad de realizar una prueba de Papanicolau en paralelo. No obstante, en la práctica médica se siguen utilizando ambas pruebas puesto que se piensa que otros virus podrían estar detrás de algunos cánceres cervicales.
En un estudio reciente se ha comparado el análisis de VPH por PCR y la prueba de Papanicolau en muestras endocervicales y han llegado a la conclusión de que la prueba de VPH es más sensible para la detección de estadios precancerosos. Es más, los investigadores observaron que la sensibilidad añadida al realizar ambas pruebas simultáneamente frente a realizar solo la prueba de VPH es mínima. Estas evidencias apoyan la inclusión de pruebas de VPH en el protocolo de cribado cervical y sugieren que la PCR podría llegar a reemplazar a la prueba de Papanicolaou.
Fuente: Relative Performance of HPV and Cytology Components of Cotesting in Cervical Screening. JNCI: Journal of the National Cancer Institute, 2017; DOI: 10.1093/jnci/djx225