Durante casi dos años, mientras la pandemia causada por la COVID-19 interrumpía la vida en todo el mundo, pareció que otras enfermedades infecciosas desaparecían. Ahora, a medida que el mundo relaja las medidas impuestas por la pandemia, esas otras infecciones que parecían olvidadas están regresando y se comportan de manera inesperada. Y es que pareciera que hay más infecciones víricas tras la COVID-19.
Por ejemplo, los últimos dos inviernos estuvieron entre las temporadas de gripe más leves registradas. Sin embargo, las hospitalizaciones por gripe aumentaron en las últimas semanas, ¡en mayo! Otro ejemplo, el adenovirus tipo 41, que anteriormente se pensaba que causaba episodios leves de enfermedades gastrointestinales, podría estar asociado a una hepatitis grave en niños pequeños sanos. O el virus sincitial respiratorio, un virus que normalmente causa enfermedades en el invierno, provocó grandes brotes de enfermedades en los niños el verano pasado y a principios del otoño.
Y ahora la viruela del mono, un virus que generalmente solo se encuentra en África occidental y central, está causando un brote en más de una docena de países en Europa, América del Norte, Medio Oriente, Australia y Reino Unido.
¿Qué ha cambiado?
Estos virus no son diferentes de lo que eran antes. Somos nosotros los diferentes. Por un lado, debido a las restricciones de la COVID-19, es posible que tengamos una inmunidad adquirida menos desarrollada y, por tanto, somos más vulnerables en este momento. Y ese aumento en la susceptibilidad, significa que podemos experimentar problemas mientras avanzamos hacia un nuevo equilibrio “pospandémico” con los virus que nos infectan. De hecho, las enfermedades infecciosas podrían circular en momentos o lugares en los que normalmente no lo harían.
No deberíamos pensar en el fin del mundo, pero sí en algunos comportamientos fuera de lo normal. Simplemente nos enfrentamos a un período en el que será difícil saber qué esperar de las enfermedades que pensábamos que entendíamos. Este fenómeno, la alteración de los patrones normales de infección, puede ser particularmente pronunciado en el caso de enfermedades en las que los niños juegan un papel importante en la diseminación de los virus.
Papel de los niños
Los niños pequeños normalmente son imanes y amplificadores de gérmenes. En su caso más si cabe, sus vidas se vieron profundamente alteradas durante la pandemia. La mayoría pasó períodos de tiempo sin asistir a la guardería o a la escuela en modo presencial. Muchos estaban mucho menos expuestos a personas fuera de sus hogares, y cuando se encontraron con otras personas, esas personas pueden haber estado usando mascarillas.
Y los bebés nacidos durante la pandemia pueden haber llegado al mundo con pocos anticuerpos transmitidos por sus madres en el útero, porque esas madres pueden haber estado protegidas de muchos patógenos respiratorios durante sus embarazos, incluido el SARS-CoV-2. Un estudio liderado por el doctor Niesters en los Países Bajos ha demostrado que niños nacidos en el segundo año de la pandemia tienen muchos menos anticuerpos contra un conjunto de virus respiratorios comunes. Porque simplemente, estuvieron menos expuestos.
Dichos factores pueden ayudar a explicar la reciente erupción de casos inusuales de hepatitis en niños pequeños. Existen datos que apuntan a que, al menos en parte, el adenovirus tipo 41 podría estar asociado a esta patología, porque se ha encontrado en un número significativo de niños afectados. La posibilidad es desconcertante, porque no se ha visto que el virus cause este tipo de enfermedad en el pasado.
Aunque también es posible que este virus pueda haber sido siempre responsable de una pequeña cantidad de casos de hepatitis pediátrica sin explicación que ocurren cada año. Lo que ha podido ocurrir realmente es que ha habido muchas más infecciones por adenovirus tipo 41 en los últimos meses debido a una mayor susceptibilidad entre los niños. Eso, a su vez, podría estar haciendo visible algo que no se había visto antes.
La importancia de la memoria inmunológica
La interrupción de los patrones de infección normales provocada por la pandemia significa que incluso los adultos no han estado generando los niveles de anticuerpos que normalmente se adquirirían a través de la exposición regular que tenemos a los gérmenes. Esto crearía grupos de población cada vez mayores de personas susceptibles. A los expertos en gripe, por ejemplo, les preocupa cuando el virus de la gripe regrese el invierno que viene. Una acumulación de personas que no han tenido una infección reciente podría traducirse en una temporada de gripe muy mala. Esto se debería que podría haber una reducción considerable en la cantidad de personas que tienen anticuerpos contra la gripe en niveles lo suficientemente altos como para considerarse protectores.
Por ejemplo, un virus relacionado con la polio, el virus de la mielitis flácida aguda ha tenido oleadas a finales del verano y principio de otoño en 2014, 2016 y 2018. Luego en 2020, nada. Lo mismo en 2021. ¿Eso significa que el otoño de 2022 podría ver una oleado mucho más alta de casos, porque más niños son potencialmente susceptibles? Necesitamos estar preparados para esa posibilidad.
El equilibrio inmunológico
Lo más importante de este texto es sacar una conclusión: las infecciones son cosas de dos, como las peleas. En el caso de las infecciones, está el que infecta y el que se infecta. Dependiendo de cómo se conozcan las dos partes, la infección será más o menos patente. Si no estamos vacunados o hace mucho que no vemos a ese patógeno, es probable que el patógeno esté presente durante más tiempo… hasta que nos vacunemos o nuestro sistema inmunitario reaccione.
Además, una vez que has infectado a varias personas, se produce la inmunidad colectiva y el virus desaparece, y esto aplica a los virus en general. Es cierto que hay más infecciones víricas tras la COVID-19. Pero en lo importante, las reglas de las enfermedades infecciosas no han cambiado. Sólo que ahora, nos están dando de frente.
Autor: CArlos del Fresno, @arlosdel